21 de junio de 2015
19 de junio de 2015
15 de junio de 2015
1 de junio de 2015
Serie de entrevistas por Roberto Bolaño: "Tres estridentistas en 1976"
Arqueles Vela
Bandido adolescente en la zona de Tehuantepec, muchacho de ojos azules
que dormía en las redacciones de los periódicos, bailarín y contador de chistes
en cabarets españoles, cómplice de Miguel Ángel Asturias en aventuras que no
narramos por pudor, casi todo lo ha experimentado Arqueles Vela, que a los 16
años miraba carrancistas a caballo y recitaba la traducción que Gomez de la
Serna hizo de los Cantos de Maldoror.
Rima (¡ja!). Si Maples Arce a veces me recuerda físicamente a Floyd Paterson y
List Arzubide a Sonny Liston. Arqueles da la impresión de un Kid Azteca posando
demasiado, demasiado sereno en un rincón eléctrico del ring. Por supuesto es de
noche y la arena está vacía. La campana comienza entibiarse. En una butaca de
tercera un espejo está sentado. El Kid no lo mira. Los posters sacan una
pistola con silenciador de sus chalecos y se suicidan. Entre el vapor –que comienza
a invadirlo todo- parece que bailaran un par de guantes de oro.
¿Cómo entró usted al estridentismo?
Cuando Maples
Arce publicó su primer libro, después del Manifiesto Comprimido Estridentista,
la mayoría de los críticos de entonces no sólo atacaron el espíritu del libro,
no solo detractaron la personalidad de Maples Arce, sino que algunos críticos o
comentaristas como González Peña dijeron: “No había yo comentado este libro
porque creía que se trataba de un manual de albañilería”; porque el libro se
llamaba Andamios Interiores. Como
joven de la época y también como renovador del periodismo, porque yo trabajaba
en el Universal Ilustrado, me pareció que era no solamente indigno, sino
antiperiodístico, hacer un comentario de esta naturaleza, y entonces yo escribí
un artículo analizando la poesía de Maples Arce y también fundamentando lo que
debería ser la crítica nueva. Así fue como Maples Arce tuvo noción de que no
obstante que no teníamos nosotros ninguna noticia acerca de su movimiento, y no
obstante que no nos conocíamos, existían mentalidades y espíritus revolucionarios
que podían entender lo que podría ser la nueva poesía.
¿De la aparición de Actual 1 y de Andamios
Interiores, cuánto tiempo transcurre para
el encuentro que tiene usted con Maples Arce? El grupo estridentista, el
primero, de hecho lo forman los dos.
El lapso fue muy
breve porque el Comprimido Estridentista se publicó en el 21 y Andamios Interiores apareció en 22, y mi
artículo se publicó inmediatamente después de Andamios Interiores, y Maples Arce me visitó al día siguiente de
haber aparecido mi crítica sobre su libro, de manera que en cierta forma yo fui
el segundo que formó el grupo, porque mi crítica fue una forma de adherirme al movimiento,
puesto que apoyaba los principios de una poesía nueva y me estaba sumando a la
rebeldía de Maples Arce.
¿Recibieron muchos ataques en los comienzos del
estridentismo?
Recibimos todas
las pedradas que en aquella época eran para nosotros como una posibilidad de
defendernos. El ambiente no estaba preparado para un movimiento como el
estridentista, pero sí existieron poetas ya de renombre y de generaciones
anteriores a la nuestra, como Rafael López, que entendieron lo que nosotros tratábamos
de realizar renovando la forma y la sustancia poética. De manera que a pesar de
la renuencia casi general para aceptar nuestros principios, se adhirieron a nosotros
gente como List Arzubide, Salvador Gallardo, Echeverría, Mena, que jóvenes también,
vislumbraron lo que iba a ser el estridentismo.
En el mismo año en que aparece Andamios Interiores usted publica La señorita Etcétera ¿Cree usted que es la primera novela
estridentista?
No solo fue la
primera novela estridentista, fue la primera novela que viola la estructura
tradicional en nuestras latitudes hispanoamericanas. La Señorita Etcétera viola los conceptos de tiempo y espacio y
elimina a los personajes. La Señorita Etcétera
es una novela en donde el Yo es el determinante: y es el Yo, lo subjetivo,
lo que convierte en personajes a los transeúntes, a la idea que se tiene acerca
del hombre, de la mujer. Inclusiva el paisaje forma parte: por eso la
denominación de novela poética.
¿La vería como una novela de lenguaje, de tonos, de matices,
de colores?
Sí, y qué
pregunta tan cerca de lo que es la novela, porque es una novela de matices, de
matices íntimos, de estados interiores que corresponden a realidades que sólo
han existido en el recuerdo, en el desvanecimiento de los hechos. Eso es La Señora Etcétera. Una novela que
utiliza la palabra, la lengua, que no usa lugares comunes, ni en la palabra ni
en las relaciones entre los personajes. La
Señorita Etcétera se caracteriza porque allí es el Yo el determinante,
hasta donde llegó, naturalmente superándolo todo, y guardando ya no digo las
proporciones, guardando las desproporciones entre Joyce y Arqueles Vela, porque
el Ulises se publicó en 1922 también.
Quiere decir que yo, sin conocer todas las renovaciones que hacía el gran
creador de Ulises, y guardando las
desproporciones, repito, porque es un monstruo el Ulises de Joyce, y mi novela es un microbio, es el principio de lo
que puede ser un animal antediluviano, de antes del diluvio y en contra del
diluvio: si ustedes releen La Señorita
Etcétera verán que es el Yo el que crea todo: los conflictos, las
realizaciones: la realidad que existe no existe sino a través del Yo.
Me gustaría que me hablara de lo que usted hacía antes de formar
parte del grupo estridentista, de su formación literaria.
He dicho que yo
fui revolucionario antes de conocer a Maples Arce, porque en mis comentarios
que hacía en el Universal Ilustrado, comentarios semanales, yo siempre
seleccionaba los temas que no eran tratados por ninguno de los periodistas de mí
tiempo…
Además, en un estilo diferente…
Y en un estilo
absolutamente diferente, que a veces me los rechazaban porque me decían que no
era periodístico. Yo publiqué entonces un comentario que se llamaba El Hombre
Antena, refiriéndome a las experiencias y experimentos de un aficionado que
deseando eliminar la estática había llegado a encontrar algunas variantes para hacer
más audibles las transmisiones. Y entonces yo, de ese hecho real, en mi
comentario llegué a crear un personaje que es absolutamente electrónico, porque
decía que este hombre no solamente captaba las radiaciones, las ondas
hertzianas, sino también el pensamiento de los demás hombres; y era casi como
el nuevo mesías, el nuevo mensajero, el nuevo apóstol de las ondas, de la
transmisión etérea. De manera que antes de conocer a Maples, antes de que se
publicara el Manifiesto, en mí había un espíritu nuevo. Y un espíritu nuevo
porque, yo ya lo he dicho, soy el más original de todos porque era el más
ignorante de todos. Pero siendo el más ignorante, yo había sido formado por
tres grandes libros, que me parecen todavía los decisivos para formar un
espíritu nuevo: Lautreamont, en sus Cantos
de Maldoror; Villiers de L’Isle Adam en la Eva Futura y Nietzsche en Así
Hablaba Zaratustra.
Esos son los libros que usted lee recién salido de una
escuela de curas.
Sí.
Tiene que haber sido un golpe tremendo.
Fue un contraste
enorme que modificó mi vida, porque después de educarme en una escuela de
jesuitas, en donde todo es opresión y dogma, yo me encontraba con tres libros
que son la anarquía pura, y la liberación del hombre para entender al mundo, al
hombre y a los fenómenos fuera de todas las teorías establecidas.
¿Qué relación tuvieron ustedes con el futurismo? ¿En qué
medida lograron destruir las formas de ejercer la poesía de su época?
En verdad nosotros
no tenemos una similitud muy fuerte, ni profunda, ni vasta con el futurismo,
porque el futurismo, según lo entiendo, era un devenir de las posibilidades
estéticas, y el estridentismo era un asistir a la realidad inmediata, una
convivencia con lo inmediato de la existencia. A tal grado que nosotros estuvimos
en contra de muchas realidades artísticas. Por ejemplo, las estatuas que
ustedes conocen, que se exhiben en la Alameda Central, que son de Chucho
Valenzuela, nosotros los estridentistas, una noche las empapelamos con papel
periódico, como protesta a la estética escultórica de nuestro tiempo: también
un día desapareció la corona de laurel que le había regalado a uno de los más
grandes escritores, Gamboa, el de la Santa, don Federico; y cuando le robaron
su corona de laurel, que era de oro, entonces Rafael López escribió un
comentario diciendo “un robo estridentista: sólo los estridentistas son capaces
de atentar contra la gloria de uno de los académicos más prestigiosos”. De
manera que el espíritu nuestro estaba ya extendiéndose, no sólo en los
comentaristas como Rafael López, sino inclusiva en muchos de los que tenían
afición por la literatura, que empezaron a comprender cuál era el espíritu
nuestro: participar en los hechos inmediatos de la vida. Mi labor era de una
crítica sutil a la manera de escribir y pensar de la época. Por ejemplo, en mis
comentarios una vez escribía, y esto me valió la enemistad de González
Martínez, porque decía: “Todos los animales del jardín zoológico están muy
preocupados con la poesía de González Martínez, por aquel verso que comienza: tuércele el cuello al cisne”. Yo
terminaba diciendo que los demás animales se habían preocupado porque si
González Martínez seguía escribiendo de esa forma pues iba a acabar con el
jardín zoológico.
Qué cauce toma usted y el estridentismo después de los
primeros años, o sea después de 1923?
Yo recuerdo muy
bien que nuestras actividades se bifurcaron. Yo en verdad no soy un hombre de m
multitudes ni de manifestaciones. No me gusta mucho la ostentación pública, de
manera que yo no participé en ningún manifiesto. Yo más bien hice una
propaganda desde el periódico y en las entrevistas que me hacían. Se sumaron
muchos, surgieron movimientos de poetas jóvenes en Guadalajara, en Puebla, en
Monterrey, pero mi participación fue desde el periódico. En verdad nosotros tuvimos
vidas muy contrarias. Maples Arce era el gran señor del estridentismo, porque
él tenía dinero y no necesitaba trabajar para sobrevivir. Estudiaba Derecho y
su padre le daba dinero para estudiar, para vivir, para vestirse lujosamente,
para convivir lujosamente. Él era el que convidaba a todos. Cuando íbamos al
café, cuando comíamos, él era el que nos hacía sentir grandes señores. Yo vivía
del periodismo, List Arzubide también, de manera que mi vida está más
relacionada, más profundamente relacionada con la realidad circundante: de ahí
las novelerías. Yo soy probablemente de los estridentistas el que continuó
afinando su estilo, mejorándolo hasta alcanzar las proporciones que ustedes
encontrarán en Luzbela, porque de La Señorita Etcétera a Luzbela hay todo un proceso de
transformación lingüística. Yo me he preocupado por encontrar palabras nuevas.
Y ustedes verán en El Café de Nadie, como
en La Señorita Etcétera, como en Un Crimen Provisional. Un Crimen sin Nombre,
la tentativa de crear palabras nuevas. Esta inquietud no la tienen los
otros estridentistas y no la tienen la mayoría de los escritores mexicanos,
búsquenlos ustedes, no la tienen. Sus perversátiles ojos dice en El Café de Nadie, una palabra nueva de
perverso y versátil: sus factuales miradas, de facto y actual: y así también
encontrarán ustedes culoviasola…
¿Culoviasola?
Culoviasola, de
sola la vida del culo. Y así innumerables palabras que son una conjunción de
sonidos groseros aunados a lo sutil de la misma palabra, que a su vez se une a
otra.
¿Hay una disociación entre escritura y vida en el
estridentismo?
Maples vivió la
Revolución Mexicana y por eso escribió Urbe
y Poemas Interdictos, pero Urbe es el poema de la Revolución
Mexicana, porque Calles propulsó las actividades obreriles, y salían a las
calles batallones obreros con finalidades subversivas, pero Calles se espantó
de lo que había iniciado y después retrocedió y hasta reaccionario llegó a ser.
Pero nosotros convivíamos con nuestra realidad mexicana. Somos los que dimos un
sentido estético a la Revolución Mexicana. La
Señorita Etcétera es la primera realización literaria del desorden
provocado por la Revolución. La Revolución nos disparó materialmente: eso
significa una dispersión interior también. No podíamos encontrar un ritmo.
Su obra no se ha difundido mucho, casi nada en comparación
con la del grupo de Contemporáneos, ¿a qué cree que se deba eso?
Se debe a que yo
he sido enemigo de la publicidad. En diversas ocasiones me han pedido trabajos
míos, la última de Argentina; y me enviaron una circular para que yo mandara
informes sobre mi personalidad y mi obra. Y yo respondía, mientras no encuentre
alguien que haya conservado uno de mis cuentos, mientras no se divulguen y
alguien tenga interés y se informe a través de antologías o índices literarios
y me incluya en una antología sin pedirme que escriba sobre mí mismo, prefiero
no aparecer en una antología. Porque si yo creo en la gloria es en la gloria
aquí en la Tierra, y gloria es que me lean y que me entiendan y que me sigan
dentro de mi obra, de manera que si no han conservado un cuento mío, pues no me
interesa que me publiquen nada, ni que lo traduzcan. Las traducciones que han
hecho las han hecho espontáneamente: estoy traducido al hebreo, al inglés y al
francés en un cuento, porque hay un cuento mío que es célebre, se llama Una aventura desconocida, que se ha
publicado en la mayoría de los diarios hispanoamericanos, sin que yo
intervenga, y una de estas veces, como en los años cuarentas, el cuarenta y
nueve, a mí me pidieron que les enviara un cuento para premiármelo, pero me lo
pedían de encargo y nunca lo escribí. Y también de Cuba me pidieron que les
enviara un cuento inédito para premiármelo y yo les dije ¿por qué no me premian
ustedes por lo que ya he escrito? El cuento que me piden tal vez no me salga
bien. No, pero es que necesitamos que sea inédito. No, no me interesa a mí. Lo
que me interesa a mí es el juicio de ustedes sobre lo que he hecho y no sobre
lo que pueda yo hacer en el futuro.
¿Qué relación tuvo usted con los surrealistas franceses
cuando estuvo en París?
Fui amigo de los
surrealistas, íntimo amigo de algunos de ellos. Pero nunca me sumé a su
movimiento. Fui amigo de Robert Desnos, de Antonin Artaud…
¿No obedece su ida a España a una ruptura con los
estridentistas? Usted se va por el 26 o 25…
A principios del
25 me fui a España, pero yo me fui de aventurero, no por desilusiones, por
escisiones o fricciones, no: por extender mi mundo, para alargar mi mundo como
diría el pícaro español; a eso me fui, a alargar mi mundo. No tenía yo nada en
contra de mí mismo, de mi pobreza, ya había agotado todo lo que había vivido,
necesitaba vivir mucho más intensamente para crear nuevas obras.
¿Propuso el estridentismo un calcio para la época, una
tonificación en todos los sentidos, estética, viral?
Sí. Y ese calcio
y esa energía sólo se podrá encontrar dentro de su mundo, en las experiencias
que adquieran al ponerse en contacto con la realidad, en forma rebelde,
pacífica, en forma sentimental, política; en todas las formas, pero sólo en la
experiencia del hombre con la realidad de su tiempo. Siempre es necesaria una
vanguardia, pero la vanguardia no se inventa, son hechos sociales los que van a
crear una necesidad irrupta en el devenir. No ha surgido una juventud que esté
en contra de su tiempo como lo estuvimos nosotros.
…
Maples Arce
Paradójicamente, el fundador
del estridentismo parece ser el que menos importancia le da al movimiento.
Maples ya tiene 76 años. Hace mucho dejó de ser el muchacho que disparaba con
dos pistolas a la vez. A simple vista, todo lo que se refiera al estridentismo
lo deja frío, pero rascando un poco sobre esas temporadas de caza que fueron los
veintes, empieza a tomar forma, aunque nunca del todo, el rostro casi histérico
y dulce de los motines; entonces aparece mí
Maples Arce obsequiándole a las señoritas bombas Molotov, saludando desde
su motocicleta en marcha a los generales revolucionarios de 28 años, escuchando
yaz con el estómago mientras los trenes militares descargan heridos, diciéndole
a la poesía, de ahora en adelante te llamarás aventura. “Tout est fini”, como
dijo Philippe Abou.
Lo que aquí aparece son sus
respuestas a un cuestionario que redactamos en su casa, ante su negativa de que
pusiéramos a funcionar nuestra flamante grabadora. Hicimos la verdadera
entrevista bebiendo un café turco que nos invitó, escuchándolo contar anécdotas
bellísimas; mirando sus cuadros. Luego José Peguero leyó Venus Prospecto, según
Peguero el único poema estridentista del libro Memorial de la Sangre. Uno de
sus versos retrata a Manuel Maples Arce y al estridentismo:
“Un silbato lejano da idea
de sus cabellos”
de sus cabellos”
¿Qué importancia cree que tuvo el movimiento estridentista?
Ante todo hay
que aclarar que la denominación Estridentismo
con que se conoció en México al movimiento de vanguardia que hizo tan
radicales aportes a la literatura mexicana. Y no sólo a las letras, sino a la
plástica en general. Había en la estrategia que planteó mi primer manifiesto
aparecido en la hoja Actiual algo de
broma, de agresión y de sutileza destinado a producir estupor y una rápida
difusión de las etiquetas literarias. Cuando se le compara con otras tendencias
intelectuales mexicanas de la época, salta a la vista la diferenciación de
propósitos estéticos y vitales. La fuerza expresiva de la poesía vanguardista,
su dinamismo y su riqueza de imágenes producen una visión instantánea,
inconfundible.
¿De qué manera ubicaría al estridentismo dentro de las
vanguardias que por esa época se dan en Europa? Se dice que usted fue
influenciado por Marinetti y el futurismo. ¿Cuáles son las características
propias del estridentismo?
Los movimientos
de vanguardia tomaron en Europa otras denominaciones, aunque obedecían al mismo
fenómeno espiritual e intelectual, de insatisfacción, inquietud y fineza
perceptiva. El movimiento mexicano tiene además una mayor hondura vital y una
intención revolucionaria que no se queda únicamente en el aspecto esteticista
que caracteriza a otras corrientes. La idea de revolución está presente en él
con una insistencia que delata su valor humano.
Decir que
Marinetti influyó en mí es absurdo. Mi poesía no tiene nada que ver no con las
tendencias estéticas ni con la poesía misma del escritor italiano. Me parece
que el error viene porque en un poema muy juvenil de Andamios Interiores yo cité su nombre con una intención simbólica.
La exaltación de la vida moderna, de las máquinas y del trabajo data de antes.
Withman y Verhaeren sintieron fervor por estas manifestaciones de la
civilización de nuestro siglo. El futurismo cantó desde un ángulo externo los
objetos mecánicos: yo interpreto desde el interior su encanto, su influencia
psicológica. Schneider lo advirtió y sintió muy bien al comentar mi Canción desde un Aeroplano. Una ligera
lectura de Poemas Interdictos lo
pondría de manifiesto. Creo que estas interrelaciones emocionales constituyen
uno de los aspectos de mi poesía, en aquel tiempo.
¿A qué personas incluyó en el “Directorio de Vanguardia” que aparece
en Actual 1? ¿Tenía usted relación con los movimientos vanguardistas europeos?
El Directorio de
Vanguardia que inserté en mi primer manifiesto era muy abundante y comprendía
poetas, prosistas, autores teatrales, pintores y escultores de casi todos los
países de Europa. Con algunos de ellos estaba en correspondencia; a otros los
conocía por simples referencias o porque había leído algo suyo en los
periódicos o visto reproducciones de sus obras en “plaquettes” y revistas de
arte. Incluí también algunos nombres mexicanos: El Doctor Atl, David Alfaro
Siqueiros, Mario Zayas y Diego Rivera, a quien poquísima gente conocía entonces
en México. Una entrevista que le hice para la revista Zig-Zag es lo primero que
se publicó sobre su llegada. También incluí a José Juan Tablada, Alfonso Reyes
y José D. Frías. Estos últimos aunque no propiamente vanguardistas, venían con
simpatías y alentaban las nuevas tendencias.
Cuando apareció su libro Andamios Interiores a la mayor parte de los intelectuales mexicanos se les erizó el pelo.
¿Cómo ubicaría usted ética y estéticamente esta obra?
Andamios Interiores produjo gran desconcierto entre los escritores
mexicanos. Algunos, sin embargo, sintieron que en esta obrita había muchas
cosas originales que habían de perdurar. Creo que los críticos fueron los más
despistados. Uno de ellos dijo que al leer el título creyó que se trataba de
una obra de albañilería. Si este criterio debiera prevalecer en la crítica
literaria, Cal y Canto de Rafael
Alberti, debería considerarse con más razón como material de albañilería, y Lascas de Díaz Mirón, obra de
picapedrero. Andamios Interiores, por
momentos está todavía dentro del posmodernismo; en otros, acusa fuertemente su
vanguardismo. Jorge Luis Borges señaló muchas de sus conquistas: la intensidad
de las imágenes y la significación de los adjetivos. En México, Arqueles Vela
fue el primero en señalar entusiásticamente su aparición en las columnas de El Universal y El Universal Ilustrado. La técnica es limitada pero sus destellos
poéticos han sido hondamente sentidos por los jóvenes.
¿La mayor parte de los críticos dan por terminado el
movimiento estridentista en 1927 o en 1928? ¿Cree que así es? ¿Y por qué?
Creo que es
correcta la apreciación. Y me parece que esto se debe a las circunstancias que
nos agrupaban: entusiasmo de ideales, inconformidad, desprecio por las cosas
materiales y el hecho de coincidir en un mismo lugar. Esto es aún más verdadero
cuando pienso en los años de Jalapa. Algo muy similar aconteció con los
movimientos europeos. Bastaría ahondar un poco en el fenómeno para que nos
diéramos cuenta de su deslumbrante claridad.
¿A qué nivel sitúa (qué ritmos nuevos, qué estructuras
nuevas) los hallazgos que logra con Andamios Interiores?
¿Cuál es la distancia estética entre Andamios y Urbe y entre Urbe y Poemas Interdictos?
La escala de los
valores estéticos que me plantea aparece efectivamente en mi obra, pero se
desenvuelve en el tiempo, porque la poesía no está plasmada por un artificio en
el libro, sino en mi sensibilidad, y esta cambia, avanza y se confunde con la
vida.
Yo pienso que el grupo Contemporáneos constituye un retroceso
estético, pero sobre todo ético, ante los logros, las brechas abiertas, los
caminos propuestos por el estridentismo. ¿Cuáles son las diferencias básicas
entre los estridentistas y los Contemporáneos?
Parece que así
es, a juzgar por la sintaxis que emplean y sus ataduras lógicas. Su estética y
su temática son imitaciones de algún escritor mexicano o extranjero, y esto les
quita impulso y ascensión. El estridentismo es la inconformidad, el grito
lírico para sacudirse la pesadez.
¿Cómo crece el estridentismo a partir de Actual 1?
Sería largo de
relatar. Hubo luchas, triunfos, y algún revés, más que ante el público, ante
nuestra conciencia. Después del primer número de Actual, que contiene el manifiesto y el directorio de vanguardia,
se publicaron dos números, el segundo dedicado totalmente a Pedro Echeverría,
un poeta en prosa, que murió joven: y otro, con colaboraciones de Humberto
Rivas, hermano del director de Ultra. Muñoz Orozco, Salvador Gallardo y hasta
algún descarriado “Contemporáneo”. Entre otra muchas actividades de carácter literario
que semana a semana se desarrollaban en El
Universal Ilustrado, se promovían exposiciones, una en el Café Europa (Café
de Nadie) en la avenida Jalisco número 100; otra en un local de la avenida
Madero; otras aún en Independencia y en un café cercano a la Cámara de
Diputados. En 1923 o 24 publiqué la revista Irradiador en colaboración con
Fermín Revueltas, y nos instalamos espléndidamente en Madero (Librería de César
Cicerón) con un anuncia espectacular de Revueltas que agredía sin piedad a los
paseantes. Mi primer libro se anunció en la Librería Cultura (Avenida
Argentina) con una escultura de Guillermo Ruiz, autor, en colaboración con Alva
de la Canal, que lo decoró, del monumento a Morelos en Pátzcuaro. Intervine también
en la inauguración del gran mural de Diego Rivera en el anfiteatro de la
preparatoria, pronunciando uno de los discursos (el otro lo dijo el maestro
Antonio Caso). En 1925 me trasladé a Jalapa, donde después de una corta
temporada como juez primero de primera instancia, el gobernador del estado,
general Heriberto Jara, me designó secretario general de gobierno. Gracias a su
confianza pude realizar una labor de renovación literaria y difusión cultural a
través de varias publicaciones de forma y espíritu nuevos. Nuestro propósito
era hacer una revolución completa que abarcara la ideología revolucionaria, la
literatura, las artes plásticas y todas las manifestaciones de la cultura. El
23 de mayo de 1927, para conmemorar el tercer centenario de la muerte de don
Luis de Góngora, el apasionante y revolucionario poeta de Las Soledades, publiqué una pulcra edición de la Fábula de Polifemo y Galatea. Tenía yo
la sensación de que aquella modesta capital de mi Estado asumía una actitud
dirigente en la nueva cultura de la América Hispana.
¿En qué forma el estridentismo cambiaba el ambiente de la
literatura mexicana?
Hubo
indudablemente un cambio, tal vez no en el sentido que me lo proponía, porque
la historia no se planifica. Pero la modificación es claramente apreciable. Las
aspiraciones posmodernistas quedaron atrás. Inclusive escritores de gran
prestigio entre la juventud, como Enrique González Martínez captó y vivió
nuestros anhelos renovadores en Las
Señales Furtivas, o el poeta guanajuatense Rafael López adoptando actitudes
iconoclastas renunció al sillón que le ofrecía la Academia Mexicana de la
Lengua. Los más titubeantes asumían una posición de cercanía a la nueva
tendencia. Otros, aunque haciendo algunas salvedades estéticas, aplaudían la
originalidad, la intrepidez, la necesidad de una honda renovación literaria,
como el novelista Gregorio López y Fuentes, el poeta Francisco González
Guerrero, en su poema intitulado Regreso, con la técnica metafórica de la nueva
poesía: Roberto Barrios, José D. Frías, Ricardo Gómez Robelo. Todos sentían
inconformidad y aspiraban a algo nuevo. En forma muy especial debe citarse a
José Juan Tablada, que con sus breves poemas japoneses e ideográficos producía
destellos de inquietud creadora entre los jóvenes. Su pasión alerta lo sitúa
entre los maestros de nuestro tiempo.
Cuáles son las obras de sus camaradas estridentistas que más
le gustan, que más se apegan a la estética estridentista?
Las novelas
cortas de Arqueles Vela, El Movimiento
Estridentista de List Arzubide, los paisajes de Revueltas, el Café de Nadie y la ilustraciones de
Horizonte de Alva de la Canal, algunos grabados de Leopoldo Méndez y mi retrato
con un fondo ferroviario, de Jean Charlot, las ilustraciones de Urbe y mi retrato. No selecciono ni
preciso en forma crítica. Son simplemente ráfagas de recuerdos que me vienen a
la memoria en este momento.
¿Qué nexos tuvo el estridentismo con el ultraísmo y otras
vanguardias de Hispanoamérica?
La comunidad de
propósitos innovadores era indudablemente una causa de acercamiento. El público
reaccionaba de manera semejante ante el arte nuevo, y esto también influía en
nuestra solidaridad. Con todas las publicaciones de alguna significación en
América teníamos canje. Enviábamos y recibíamos libros de todas partes, a veces
con expresiones significativas. Recuerdos de esta fraternidad tengo con Alberto
Hidalgo. Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Miguel Ángel Asturias, Pablo
Neruda, Ángel Cruchaga Santa María, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Carrera
Andrade, Salvador Reyes, Cesar Vallejo, Mariano Brull, Salomón de la Selva,
Eugenio Florit, Jorge Zalamea, José María González de Mendoza, etcétera.
¿Cuál es la diferencia principal entre lo que podríamos
llamar su poesía estridentista y sus trabajos posteriores?
Dentro de la
originalidad de la búsqueda, la primera me parece técnicamente más limitada.
Pero no creo que esto tenga mucha importancia. Lo realmente importante es la
poesía misma, lo que significa para el propio poeta y cómo la sientan sus
lectores. Sobre mi obra posterior hay diversos ensayos de escritores europeos y
latinoamericanos.
¿Cree en la vanguardia como motor de cambio del arte?
Sí, pero no de
manera absoluta. Cada época tiene su vanguardia. Los románticos fueron una
vanguardia en relación a los poetas neoclásicos; Darío, Lugones y los
modernistas, lo fueron en relación a los románticos, y las tendencias que
suceden a éstos representan también una vanguardia. Estas fuerzas, por la
comunicación humana y sus resonancias, actúan como agentes de inquietud e
influyen estilísticamente. Pero no son determinantes de cambios en el arte.
Esos cambios son el resultado de una creación genial.
…
List Arzubide
De este libro (Esquina, 1923), Manuel Maples Arce dijo:
“No sé si tenga que reprochar a List Arzubide ese desenfado humorístico, esa
actitud despreocupada. Con frecuencia advierto que teme emocionarse, pero no
por eso deja de ser menos sincero. Probablemente haya un fondo de bondad en
todo esto. La literatura desde hace tiempo dejó de ser una cosa seria; la vida
misma no es ya sino una puta que es necesario tratar a puntapiés... El poeta
Arzubide se ha identificado con el alma de la época. Es ya un clásico, un
estridentista”.
Cuando Maples publicó Andamios Interiores, yo vivía en Puebla
y hacía una revista que se llamaba Ser. Entonces,
desde hacía tiempo en esa revista nos habíamos empeñado en publicar poesías de
los grandes poetas del mundo. Nosotros publicamos ahí cosas de Walt Whitman.
Juan Ramón Jiménez, en fin, de muchos poetas totalmente desconocidos en Puebla.
Andábamos en esa inquietud Salvador Gallardo y yo: Aguillón Guzmán, que también
tenía esa inquietud, estaba en México y me mandó el libro de Maples Arce:
entonces, cuando yo leí ese libro me interesé, mandamos una carta a Maples
diciéndole que nos gustaría que viniera a Puebla, y él vino. Fuimos a
recibirlo, comió con nosotros, hicimos un pequeño grupo de gente y de ahí nació
la idea de lanzar el Manifiesto Número 2, que redactamos entre Manuel y yo, me
acuerdo en un café de chinos. El manifiesto lo pasamos luego a algunos
muchachos para que lo firmaran. Desde luego, los que aparecen en el manifiesto
son pocos porque muchos no se atrevieron a firmar. Lo imprimimos en una hoja de
papel afiche de colores, delgado, brillante. Después lo distribuimos por todas
partes, bajo las puertas, por las ventanas, y al día siguiente aquello estalló;
verdaderamente aquello estalló; Puebla trepidó como nunca. Mucha gente temprano
ya lo tenía. Como a las doce del día apareció la primera extra de un periódico
que se llamaba El Mosquito, en que
nos atacaron. Especialmente a mí, que sabían que había dado los nombres y había
presentado todas esas cuestiones. Me llamaron un estudiante vago, que se decía
estudiante pero nada más andaba de paseo por todos lados, que andaba yo
luciéndome, que me las daba de poeta y todas esas cosas que se dicen. Y en la
noche, en el portal, veníamos paseando Manuel y yo cuando vimos a uno de los
poetas que habíamos aludido. Gabriel Sánchez Guerrero, que era muy miope, que
estaba rodeado de tres o cuatro leyendo la hoja aquella (como era muy miope la
tenía casi pegada en la cara), y alguien le dijo que yo venía: entonces él se
bajó y me increpó. Me dijo “Le voy a contestar esto como se merece, si es
posible con una mentada de madre”, y le digo, pues, por ahí debe usted comenzar
conmigo y desde luego vamos saliendo. Entonces la gente se alborotó y Manuel se
recargó así, entonces usaba polainas y andaba siempre con su bastón, y dijo
aquellas frases célebres: “El estridentismo no admite vales, ni da fianzas, y
usted es un lamecazuelas literario”. Un tipo que estaba ahí se me echó encima
para darme un bastonazo: yo levanté el brazo y le pegué una bofetada y nos
separaron y seguimos nosotros paseándonos, aparentemente muy tranquilos. Bueno,
siguió el escándalo. Maples regresó a México y yo me quedé allí a recibir las
pedradas de toda esa gente, y así fue como Salvador Gallardo, Miguel Aguillón y
yo formamos parte, ya después, del movimiento estridentista. Iba a aparecer uno
de los números de Ser y en esta revista aparece una página de adhesión
al movimiento estridentista. Antes se había publicado en México el primer
número de Irradiador, donde aparecen, además de poemas de Salvador Novo,
de tres o cuatro gentes. Maples debe tener un número, una copia del número I de
Irradiador...
¿Novo fue estridentista?
No, nunca. Había cierta
intención renovadora en él y en este otro muchacho que siempre anduvo con él,
¿cómo se llama?, Villaurrutia: cierta intención renovadora, porque entonces en
el ambiente estaba esto. Desde luego, por ejemplo en el Actual 1 de
Maples aparece al final una larga lista de escritores, de escultores, de gente
de vanguardia. Maples vivía entonces en la capital y le llegaban muchas cosas
que en la provincia ni remotamente podíamos pensar que llegaran. Suerte que
Maples estaba enterado de todas estas cosas. Nosotros le seguimos, tanto
Gallardo como yo, porque teníamos una gran inquietud de renovación que estaba
en el aire, por ello tan fácilmente nos incorporamos al movimiento estridentista,
allí se formó ya un grupo: se formó en realidad la vanguardia del movimiento
estridentista.
Después de ingresar en el
movimiento usted sigue con la revista que tenía en Puebla y el estridentismo
continúa en la capital con Maples y Arqueles Vela, ¿cuál es su actividad
entonces, en Puebla?
Yo seguí con la revista
aquella claro, se había creado para mí una atmósfera terrible, tan terrible que
un día yo publiqué en un periódico un artículo diciendo que era necesario
renovar totalmente a las escuelas, particularmente al Colegio del Estado, donde
los jóvenes, pues, seguía la rutina de los viejos maestros y no veía que
hubiera intención de nada nuevo. A la sazón, uno de esos viejos maestros se
sintió aludido y fue y alborotó a los estudiantes. Al día siguiente de publicar
este artículo, estaba yo parado en alguna parte cuando un tipo llegó y me puso
una pistola por detrás. Yo sentí el piquete, di la vuelta, y me dijo: “Si usted
es tan hombre como dice, véngase conmigo”, y le respondí, donde usted quiera. En
ese momento pasaba un coche y me dijo suba. Nos subimos los dos y me rodearon
estudiantes. Me llevaron así al Colegio del Estado, me bajaron y me golpearon
entre todos. Pero yo era entonces líder de los trabajadores, porque habían
formado una unión de periodistas, artes gráficas, y estábamos en contacto
directo con los obreros. Y cuando se supo esto, porque corrió la noticia, los
obreros intentaron asaltar el Colegio del Estado y se formaron grupos de
trabajadores dispuestos a combatir contra los estudiantes. La cosa se puso dura
y violenta. Me acuerdo que en esos días vine a México y platicamos con José
Juan Tablada y él me dijo: Bueno, Germán, ¿además de hacer versos y andar dando
de palos por allá qué otra cosa hace usted en Puebla? Y le dije: Pues intento
estudiar, pero más que nada intento ser un escritor. Y me dijo: pues no lo será
usted en Puebla, véngase a México; de todas maneras hay que salir de la
provincia; los escritores en la provincia se ahogan, porque siempre la
provincia tiene una cosa aldeana que los va deprimiendo. Véngase a México. Y
resolví venirme a México, y me vine a México. Busqué un trabajo en una oficina
y formamos un grupo cerrado que todo el mundo conocía. No sé si les contó
Manuel que tuvimos una oficina aquí en México, en la calle que ahora es
Belisario Domínguez. Había dos pintores: Javier Arias y Huberto... Huberto...
no recuerdo en este momento su apellido (todavía vive, y trabaja en Novedades.
Alguna vez llegué a encontrarlo y convinimos en vernos. En fin, esta ciudad
es enorme, imposible). En el estudio de ellos se dibujó una tablita que decía
Movimiento Estridentista. Íbamos allí todas las tardes o a un café que estaba a
la vuelta. “Las Olas Altas”. Ya entonces, aparte de Maples, Arqueles, Salvador
Gallardo y yo, formaban parte del grupo Germán Cueto, Alva de la Canal,
Leopoldo Méndez.
¿Al escribir tan pronto la historia
del movimiento estridentista no lo estaba usted dando por liquidado?
No, no, no. Yo hice
este libro cuando estábamos con más fervor. Me acuerdo que yo tenía una
recámara en una de esas casas de huéspedes, que era una recámara muy grande, de
esas casas de provincia que tienen piezas enormes. Yo comencé a hacer el libro,
y si usted lo ha leído se acordará que empiezo contando cosas de cómo es Maples
y la figura de él, y todas esas cuestiones. Contando, contando, contando. Yo
quería que se supiera. Y si no, escuche esto que escribí en aquella época:
“...este libro mío que fue a hablar a las juventudes en una forma vital,
fecunda y fuerte de la poesía, que los impotentes y los tontos habían
convertido en un desahogo de cenáculos, y que desde el Actual 1 de
Maples Arce, sacamos a la calle para ponerla en contacto con la multitud y la
vida. Aquí están las voces de admiración con que un continente nos saluda,
admiración merecida, porque esta obra encierra nuestro anhelo y nuestra lucha,
cuando frente al imbecilismo de los periodistas y el odio oficial de las
academias nosotros opusimos nuestra gran risa despreciativa y altanera, que
todavía duele a los poetas de los ministerios que usufructuando el favor del
Estado no fueron capaces sino de adquirir una gloria de papel que los
reporteros están siempre dispuestos a vender a bajo precio. Hermosos días en
que jugábamos con el insulto y coronábamos de sol el odio de las oficinas. Éramos
tan pocos, que tuvimos que afiebrarnos trabajando, y todavía nos sobró tiempo
para decorar de bocas pintadas nuestro abrazo de machos. En hora un poco lejos
de este combate en que hicimos trepidar la calma de los escribidores mexicanos
anteriores a nosotros, grandes rebaños de estúpidos cuya única labor fue
doblarse con todo esmero a los pies de Porfirio Díaz, mientras probamos con
nuestras ediciones que si combatimos en lo pasado es porque podemos ofrecer lo
presente y hasta lo futuro, nuestra voz dice a la América que nos escucha, el
mensaje rotundo, atlético, intenso, que va como un aventurero de otrora a
inventar mundos y crear horizontes”. Como ve, estoy hablando de cosas que
estamos haciendo. Mi intención era que supieran qué era lo que habíamos hecho,
pero además la intención era seguir, seguir. Y dice “mi libro está aquí
magnífico de escándalo y alegría, y mi risa, mi gran risa de vencedor, suena en
todo como una catarata de triunfo. Yo saludo a los camaradas que sobre mi libro
opinaron y los convoco para que afirmando sus palabras hagamos de América campo
a la gran gesta del espíritu nuevo y escribamos la epopeya gigante de un mundo
sin fronteras. Jalapa 1928”. Yo estaba presentando un libro en el que contaba
lo que habíamos hecho y además lo que queríamos que se siguiera haciendo.
Claro, lo que pasó con nosotros es lo que ha pasado con la revolución mexicana
en todos sus aspectos. Después nos dispersamos. Maples ya no se ocupa del
movimiento absolutamente, y lo que es más grave, llega a Europa, publica una
antología sobre la poesía mexicana y ni en el prólogo, ni en el resto del libro
hay una sola palabra sobre el movimiento estridentista, y lo que es más, no
incluye en la poesía que él presenta ahí a ninguna de los poetas estridentistas.
El sí que los dio por liquidados. Maples había escrito una vez: “Nuestra locura
no está en el presupuesto”, pero lo cierto es que cuando entró en el
presupuesto se le acabó la locura también. Es una cosa que a veces yo se lo
recuerdo y él no sabe qué contestar.
¿Qué ocurre con el resto de los
estridentistas cuando comienza la desbandada?
Yo, a Salvador
Gallardo, en Puebla, en una editorial que hice allá, en donde publiqué mi poema
El Viajero en el Vértice, le edite su libro y le puse un prólogo mío. Y
hubiera publicado el libro de Aguillón Guzmán, pero no sé: puede ser que nos
haya entrado cierto desánimo cuando vimos que esta cosa se había quedado
dormida, abandonada. Yo siempre he creído que si el movimiento estridentista
hubiera estallado en París, por ejemplo, tendría ahora un renombre universal.
Me acuerdo que un chileno le decía a otro que si en lugar de publicar su libro
en Barcelona lo hubiera hecho en Santiago, no sería en lo absoluto un poeta
conocido y es verdad. A Vallejo en el Perú no lo conocía nadie. Vallejo muere,
se puede decir, de hambre. Si Vallejo se hubiera quedado en el Perú, con todo
lo grande que era, se hubiera perdido. Y quien sabe con Neruda qué pasa si no
sale de Chile. Y tan grande como Neruda, yo lo aseguro fue Pablo de Rokha, ¿y
quién habla de Pablo de Rokha a pesar de que publicó aquellos libros tan
grandes y poderosos? Porque de Rokha tenía una voz tremenda, una voz potente.
¿Y qué pasó con él? Se quedó perdido en la provincia. Si el movimiento
estridentista hubiera estallado en París esto hubiera sido diferente. Ahora yo
le hago una acusación a Maples: El anduvo por Europa y pudo haber presentado
allá al movimiento estridentista. No lo hizo.
Habría que ver lo que
se dijo aquí sobre el estridentismo. Dos historias de la literatura mexicana
existen, la de Jiménez Rueda y este otro, no me acuerdo su nombre, en donde se
ve una incomprensión absoluta. No puede entrarles de ninguna manera el
movimiento estridentista. Para ellos es una gritería de muchachos que se
divierten molestando a la gente. No pudieron entender lo que era en realidad el
ansia de crear una vida nueva dentro de la poesía. Se necesita tener un
espíritu heroico para por encima de todas esas cosas; seguir trabajando.
Si no nos hubieran
cortado tan violentamente (porque en realidad estorbábamos, íbamos demasiado
lejos para todos los demás), no sé qué hubiera pasado con la poesía en México.
A veces me entristece pensar que los jóvenes, en lugar de estar haciendo
poesía, estén repitiendo los cánones de todas esas cosas que no pueden decirles
nada.
Salvador Gallardo va a
dar a la provincia y la provincia se lo come. Y lo que hace primero que todo es
darle gusto a su mujer, tomando parte en esos juegos llamados florales. Se saca
dos o tres premios, y claro, se pierde en esas cuestiones. Ya de hecho dejó de
ser poeta estridentista. Aguillón, creo yo, se hizo un tanto cuanto burócrata.
Ramón Alva de la Canal también en cierta forma se fue desprendiendo,
desprendiendo, y Ramón ya no es aquel que nosotros teníamos. Leopoldo Méndez
fundó aquí el Taller de Gráfica Popular, que es un taller donde se hicieron verdaderas
campañas a base de tratados y dibujos. Los grabados de él en contra del fascismo
son muy buenos, todavía tengo por ahí un retrato que me hizo Leopoldo, y lo
conservo como un verdadero tesoro, en donde estoy en una especie de tribuna con
el brazo levantado, que por cierto después se repitió de verdad cuando formé
parte de un grupo el día de la gran concentración que hizo Cárdenas en el
Zócalo, cuando se nacionalizó el petróleo, y aquello se llenó de obreros que
iban de verdad, no acarreados, sino de verdad, y a mí me tocó pronunciar un
discurso por mi grupo.
¿Cuándo se desintegra el movimiento
los estridentistas militan en partidos políticos de izquierda?
Claro, yo he sido
miembro del Partido Comunista. No lo soy ya porque el partido, en cierta forma,
también ha sufrido muchas descomposiciones. Pero la primera vez que visité a
Rusia fui enviado por el Partido Comunista.
¿Arqueles Vela también militó en el
Partido Comunista...?
No. Arqueles no. Ni
Maples tampoco. Maples, en el fondo, es un liberal. Arqueles, yo no sé; no
puedo situarlo exactamente. Yo si soy un hombre absolutamente de izquierda.
Inclusive el partido me envió a un congreso en Frankfort, Estados Unidos, en
una de las cosas que más me enorgullece, porque me dio la bandera que Sandino
les arrebato a los yanquis en uno de sus combates, decía sobre la misma
bandera, escrito de puño y letra de Sandino: “Esta bandera fue arrebatada a las
fuerzas imperialistas yanquis, en el combate del Chimbote. Patria y Libertad.
Augusto César Sandino”. Y esa bandera vino a dar aquí traída por dos
venezolanos, porque nosotros reuníamos en mítines, en grandes mítines que
se llamaban “Manos Fuera de Nicaragua”, a la gente, para estar siempre en
acción. Y recogíamos dinero para mandarles, no para armas, porque las armas se
las arrebataban a los yanquis, sino para medicinas que les mandábamos cada vez
que se podía. Entonces dos venezolanos, De la Plaza y otro más, les llevaron
esas medicinas a los sandinistas y nos trajeron la bandera. Y esa bandera nos
sirvió para mítines. Cada vez que enseñábamos la bandera, que era enorme, había
unos escándalos pavorosos, y una vez el diputado comunista Hernán Laborde,
desde la tribuna de la Cámara, pronunció un discurso y puso la bandera encima
de la tribuna. Y naturalmente, la embajada de Estados Unidos la reclamó, y el
gobierno dijo: La tienen los comunistas. Entonces, para que no la pudieran
obtener, había un congreso antimperialista en Frankfort, y me dijeron: te vas
con ella; te vas por Nueva York y tienes que pasar con ella. Eso fue en 1929.
Llegando a Monterrey había un muchacho y él me consiguió unos cordeles. Yo me
desnudé, me la envolví en el cuerpo, y así la pasé por Estados Unidos. Y al
llegar a Nueva York, que fue por cierto un 4 de julio, fui a parar a la casa de
un compañero chileno que tenía un balcón para la calle y allí en el balcón
pusimos el 4 de julio la bandera que Sandino le había arrebatado a los yanquis.
Esa bandera fue a Frankfort. El día que acababa de terminar el congreso
antimperialista yo vi desfilar a los grupos fascistas llevando las banderas de
la cruz gamada y unos pífanos y unos tambores, ya con uniformes. Entonces los
comunistas le entraron a los palos contra esa gente y la policía golpeaba a los
comunistas para que estos no golpearan a los fascistas. Yo vi todo eso. Yo
conocí a Moscú cuando Moscú era una ciudad toda de madera. Al estilo de los
cuentos de Chejov...
Publicado en Plural, no. 62, 1976
http://issuu.com/odeenrocha/docs/88316091-bolano-roberto-tres-estrid
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